La Transformación de un Santuario: La Parroquia de Chapinero se Convierte en Basílica Menor por Decreto del Papa Francisco

El Santuario Mariano de Nuestra Señora de Chiquinquirá, ubicado en la carrera 13 entre calles 51 y 52 en Chapinero, ha sido elevado al estatus de basílica menor por decisión del Papa Francisco. Este reconocimiento se celebrará hoy con una ceremonia de acción de gracias, destacando una historia llena de desafíos y perseverancia que han convertido este templo en un orgullo de Bogotá.

Un Santuario con Historia y Dificultades

El templo de Nuestra Señora de Chiquinquirá es una joya arquitectónica que ha resistido la prueba del tiempo, emergiendo majestuosamente en un terreno que en su día era un vasto campo vacío. Fue mucho antes de que el bullicio de la ciudad, con sus edificios y vehículos, rodearan el lugar. Este santuario ha sido un refugio espiritual para innumerables personas que buscan consuelo y esperanza.

La historia del templo se remonta a 1919, cuando los padres Andrés Mesanza Osaeta y José Ángel Lombana Sánchez llegaron a Bogotá desde Chiquinquirá para organizar la coronación de la Virgen en la Plaza Mayor. En aquel entonces, la zona estaba desolada, con pocos edificios a su alrededor. Fue un niño, cuya identidad sigue siendo un misterio, quien condujo a los religiosos a un terreno disponible, lo que resultó en la compra de la tierra donde se levantaría el santuario.

Construcción y Desafíos

El proyecto de construcción fue arduo y prolongado. La falta de recursos y la necesidad de apoyo financiero fueron obstáculos constantes. Los frailes, liderados por figuras como Ceslao María Brygier y el arquitecto Hugo Silvano Orjuela, trabajaron incansablemente para avanzar en la obra. La comunidad local también jugó un papel crucial, aportando donaciones y organizando bazares para recaudar fondos.

La edificación del templo fue un proceso de varias décadas, marcado por la colaboración y la perseverancia. Enfrentaron numerosos desafíos, desde problemas con la disposición del terreno hasta la necesidad de negociaciones con el entonces alcalde de Bogotá, Jorge Eliecer Gaitán, para obtener los permisos necesarios y facilitar la construcción de la cripta y el atrio del templo.

Una Obra de Arte y Espiritualidad

El templo, diseñado por Orjuela y continuado por el padre Pablo Enrique Acevedo Serrano, se destacó por su arquitectura única y su decoración vibrante, con colores pastel y vitrales checos traídos por los padres salvatorianos. La construcción se completó en 1980, aunque el templo ha experimentado varios cambios en su decoración a lo largo de los años.

Visitas Papales y Reconocimientos

La visita del Papa Juan Pablo II en 1986 fue un momento emblemático para el santuario, seguida por la visita del Papa Francisco en 2017. Estos eventos subrayaron la importancia espiritual y cultural del templo, que ha acogido a peregrinos de todas partes y ha sido un lugar de refugio para la comunidad, especialmente durante momentos de crisis social.

Elevación a Basílica Menor

El proceso para que el santuario fuera elevado a basílica menor comenzó con una petición del padre Ernesto Rojas, que fue aprobada por la Arquidiócesis de Bogotá y la Conferencia Episcopal, y finalmente por la Santa Sede en Roma. Este reconocimiento se debe no solo a la belleza arquitectónica del templo, sino también a su significado histórico y su papel como centro de peregrinación y espiritualidad.

Hoy, 7 de julio, se celebra la ceremonia que oficializa la elevación del santuario a basílica menor, un hito que será conmemorado anualmente. Las basílicas menores son iglesias de toda la cristiandad que han recibido una designación especial del Santo Padre, y tienen la misión de promover la cultura, la convivencia y ofrecer un lugar seguro para todos.

Un Refugio para Todos

El templo ha sido un refugio espiritual y social, acogiendo a todos, incluidos aquellos que han sido históricamente marginados. Durante el estallido social en Bogotá, el santuario se convirtió en un símbolo de justicia y solidaridad, ofreciendo ayuda a los manifestantes sin tomar partido.

Con la ceremonia de hoy, el templo no solo se reafirma como un lugar de devoción y esperanza, sino que también se destaca como un símbolo de la fe y la unidad de la comunidad chapineruna. Este lugar, lleno de historia y espiritualidad, continúa siendo un faro de luz y esperanza para todos los que buscan un refugio en tiempos difíciles.

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