Valores humanos, principios que guíana directiva del Concejo de Cajicá
Un abogado, un profesor y un líder polifacético, integran la Mesa Directiva del cabildo municipal en el primer año del cuatrienio 2024-2027 Esta es la historia de vida de los tres concejales que ocupan la presidencia y las dos vicepresidencias de la corporación.
Cristhian Ordóñez Pacheco El ‘profe’ que se autocalifica como un ‘apasionado feliz’.
Cristhian Ordóñez Pacheco con mucho esfuerzo, sacrificios y luchas, ejemplo tomando de sus abuelos, muy sencillos trabajadores del campo, de buenas costumbres y con condiciones económicas que no eran favorables; estudió para ser hoy en día un abogado egresado de la Universidad Militar Nueva Granada en Bogotá. Como buen “rolo”, nacido en Bogotá, siempre fue echado para adelante. Vivió la niñez en casa de sus abuelos (ya fallecidos) en el cercano municipio de La Palma, Cundinamarca. A los nueve años, dadas las circunstancias económicas de su familia menzó a ayudar a los amigos, parientes y vecinos, quienes “necesitaban manos” (según su expresión) en las labores del campo para sembrar una mata de yuca, mandarina, naranja, café o maíz. También ayudaba en las labores del trapiche, y en algunas ocasiones encontraba chamba en la construcción o albañilería, experiencias duras que forjaron su empuje para buscar mejores oportunidades en su joven vida emprendedora. “Mi abuelo – Pedro Julio Ordónez – (recientemente murió) es una persona que admiro muchísimo, a él lo quiero con toda mi alma, me brindó el mejor ejemplo en mi vida; mis abuelos fueron mis mejores referentes para ser alguien en la vida”, afecto que demuestra Cristhian con silencios y lagrimas de nostalgia. Un día cualquiera, de esos que le llegan a las personas por compensación de la vida, Cristhian entra a Corabastos. En su primer trabajo le tocó empacar tomates, con lo que ganaba escasos, pero valiosos ingresos. Allí mismo la persona que hacía las veces de patrón le decía: “mijo, lo que alcance a cargar, llévelo de mercado para su familia”, y esa era la retribución por su dura labor:“Para mí el trabajo era necesario, era un medio para obtener recursos para mi madre y mis hermanos menores. Tuve varios trabajos antes de incorporarme a la Policía Nacional”, cuenta. Sus primeras letras las aprendió en la Escuela Rural de la vereda El Potrero de la Palma (Cundinamarca). Como estudiante fue un alumno sobresaliente:“yo tengo esos boletines de 4º y 5º con la calificación de Excelente. En esa época le daba prioridad a mi estudio con esfuerzo, resiliencia y verraquera. Eso le demuestra a uno mismo de qué material está hecho. Regresé a Bogotá y terminé mi bachillerato en el Colegio Fernando Mazuera en el sur de Bogotá, en Bosa”. En el deporte, sus primeras participaciones fueron en equipos de fútbol, en los campos deportivos de Soacha. Recuerda que duró dos meses sin asistir a la escuela; se llevaba de compañía a su hermano a los entrenamientos. “Simulábamos ir a las clases”, dice. En los torneos hacían preselección para las inferiores de Millonarios y Santafé. “Mi ilusión era algún día poder jugar en el fútbol profesional o estar en esa preselección”. Recuerda la mágica frase, llena de sabiduría, de su madre: “si usted no quiere estudiar, yo no quiero gamines en mi casa”. El castigo por no ir a la escuela fue embarcarlo en un bus intermunicipal que lo llevara al pueblo donde vivian los abuelos. “Me convertí en una persona indispensable laboralmente, además de ser una gran compañía para ellos. Mi abuelo me enseñó el ejemplo de lucha y tenacidad en la vida”. Siguiendo la historia familiar, su hermano menor Favier opta por ser policía. El costoso proceso de incorporación contó con la ayuda de Cristhian. Luego de 10 años decide retirarse. Hoy en día por fortuna vive y trabaja sólo en Estados Unidos, dedicado a preparar las recetas de la deliciosa gastronomía colombiana, que les enseñó con amor su inolvidable mamá, doña Daveiba Pacheco Mancilla, para que las conservaran para toda la vida.