“La hacienda no es una casa, jamás lo ha sido”
Por: Hernando Villa A.*
La frase da inicio al resumen del estudio titulado “El papel del patrimonio rural en los procesos de ocupación del territorio en Cajicá 1999-2018”, apoyaré el escrito con apartes del resumen.
El punto de partida es el cambio de Hacienda a Casa, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua define, Hacienda: Perteneciente o relativo a la agricultura o al agricultor, Casa: edificio para habitar.
Las definiciones llevan al primer apoyo: “Por ello resulta nocivo que la hacienda se siga entendiendo solamente como una edificación, como una casa de habitación destinada a élites de antaño y que se perpetúe la valoración destinada únicamente a identificar el edificio y sus componentes, pues su puesta en valor debe trascender a la presencia del material del objeto e indagar por su entorno, su jerarquía y su funcionamiento dentro del lugar de implantación. El paisaje rural de la hacienda hace parte de su esencia y de su concepción, son una unidad indivisible. Al atentar contra el entorno de la hacienda, se hace daño también a la casa y a los valores que esta representa”.
Continúa el documento “Dentro de estos predios rurales de la Sabana de Bogotá se encuentran edificaciones que antaño eran los centros de producción y de la vida rural, las casas de hacienda ‒que poseen entre sí lenguajes arquitectónicos similares y que deben su implantación y morfología a la situación particular del territorio que las circunda‒son producto de una reflexión del exterior, de la forma de explotación de la tierra, de los productos que allí se cultivaban o criaban y de la forma de vida de los sabaneros, arquitectura extrovertida”.
La investigación es un reconocimiento y un recorrido por el devenir histórico de los territorios de las haciendas implantadas en el municipio de Cajicá, a través de cuatro ejemplos conexos entre sí, por circunstancias comunes que determinan su situación de conservación actual: transformación de haciendas a desarrollos agroindustriales o desarrollos por complejos de vivienda.
En los cuatro casos no se realizó una distinción particular de los componentes singulares, al momento de formular las políticas de ocupación del suelo rural donde estas se encuentran inmersas. Guachancio, Fagua, Bolonia y El Banco fueron estudiadas a través de los títulos históricos de propiedad, variación de perímetros y linderos, sus componentes ambientales y su manejo jurídico en términos urbanísticos, a partir de la normativa municipal que permitió su transformación en detrimento de sus valores patrimoniales.
La casa de hacienda representa una variable de superior jerarquía, que se incluye dentro del análisis, pero se evita como el centro de la investigación debido a que esta mirada es una limitante que impide ver el valor de la hacienda más allá de la casa, relegando el patrimonio rural asociado a esta edificación y permitiendo que se comprenda como un gesto, como un artefacto aislado que se conserva en apariencia y convirtiéndolas en una especie de fetiche que ha perdido su sentido.
En cambio, lo que se pretende es resaltar los aspectos relacionados con el territorio de la hacienda: el paisaje y el uso productivo de la tierra del campo, como dos factores claves para una valoración real del suelo rural de la Sabana de Bogotá, los cerros y, en general, la cuenca alta del río Bogotá.
En diferente tiempo y oportunidad, EL OBSERVADOR ‒por intermedio de sus colaboradores‒ ha señalado la falta de compromiso de la Administración municipal, el Concejo Municipal y la ciudadanía en la conservación, la preservación y el mantenimiento del patrimonio en todas sus modalidades. Cada día el deterioro se acentúa sin que veamos acción de las autoridades encargadas, la ola invernal que nos azota terminará por acabar con lo poco que queda. La zona central del municipio cada día se aleja de lo que podría haberse constituido en atractivo turístico aprovechando la estación del tren.
No se entiende cómo en las dos construcciones despachen entidades públicas. Cajicá está optando por convertir el centro histórico en centro urbano de alta densidad, destrozando el llamado Centro Histórico y sepultando el antiguo Centro de Salud, las dos Casas de la Cultura, la Casa Ospina, los inmuebles a espalda de la Iglesia de la Inmaculada y los aledaños a la Panadería La Estación, en el costado sur por nombrar algunos. No dejemos perder lo poco que queda.
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