Casas de la Cultura camino a … (la ruina o a la gloria)
Por: Hernando Villa/ Veedor de Patrimonio
Las Casas de la Cultura son espacios valiosos en la construcción de la Nación, el hábitat fundamental para el fortalecimiento de la ciudadanía democrática cultural; en el ámbito municipal es en donde se hace realidad un país y en Cajicá, ¿cómo las hemos tratado?
Cajicá dio vida a la Casa de la Cultura mediante el Acuerdo 29 del 2 de abril de 1978; el artículo 3 fijó que “La Casa de la Cultura de Cajicá tendrá como finalidad servir de centro de irradiación de todas las manifestaciones que tiendan a facilitar el progreso del Municipio, con miras a elevar el nivel cultural, general y particular de los asociados”.
Son instituciones municipales orientadas al fortalecimiento de la cultura de las comunidades desde procesos de pedagogía social, además de ser centros dinamizadores de la vida cultural y social de las comunidades, sin olvidar que son generadoras de recursos económicos a partir de iniciativas en materia de emprendimiento y desarrollo de microempresas culturales**.
Lo dicho no deja duda de la importancia de las Casas de la Cultura; ahora analicemos cómo las hemos venido tratando.
Hasta hace unos dos o tres años albergó a niñas, niños, jóvenes y no tan jóvenes, involucrándolos en el constante movimiento que solo la música, el baile, la danza, la pintura y otras representaciones de las Bellas Artes, podían ofrecer. Caminar por sus pasillos era un placer, el sonido del tiple, la guitarra y la bandola nos hacían acariciar el altiplano, o trasladarnos al mismísimo Valle del Cacique Upar, donde es constante la alegría del acordeón, la caja y la guacharaca sin olvidar un rápido viaje por los Llanos orientales: arpa, capachos, y bandolín. Gracias a estas melodías, el espacio se convertía en folclor, y nos sentíamos orgullosos de aquellas nobles, pero festivas manifestaciones; con seguridad quedan muchas cosas por decir, lo cierto es que las Casas de la Cultura 1 y 2 oxigenaban la cotidianidad de la comunidad cajiqueña y la de sus esporádicos visitantes de lunes a viernes; desafortunadamente, los fines de semana y festivos, la casa cerraba sus puertas.
Desde el cierre de actividades, las casas vienen sufriendo deterioro, situación que nos deja un profundo sentimiento de tristeza. Da la sensación de no tener dueños: ni la Administración municipal a cargo, ni la ciudadanía han reaccionado a su evidente abandono. Conduciéndolos a la ruina, ¿engrosarán el listado de bienes patrimoniales vergonzantes distribuidos a lo largo y ancho del municipio? Es hora que las autoridades y la ciudadanía unamos esfuerzos para salvar el patrimonio cajiqueño en todas sus expresiones.
En los próximos días, el Municipio recibirá como cesión urbanística obligatoria la casa donde habitó el maestro Fernando Botero, un bien que debe conservarse y ‒a brevedad‒ ser incorporado como bien de interés cultural, no para que en unos años se convierta en ruinas, sino todo lo contrario: que se alce como un referente patrimonial en los años que vendrán.